viernes, 19 de agosto de 2016

Claus y Lucas, Agota Kristoff

Reseña escrita por Johan R. Wilbur.

A lo mejor es cierto, tengo debilidad por los libros tristes o chocantes. Quizás sea por eso que, El gran cuaderno, la primera novela que leí de Agota Kristof, me pareció sencillamente magistral. Al principio pensé que era porque la tristeza que me provocó no la había experimentado desde que leí La carretera, de Cormac McCarthy, pero también sabía que había algo más en la historia de los gemelos.

Indagué y releí una mil veces algunas partes y llegué a una conclusión. Kristof era una maestra en una cosa, en pegarte de hostias a base de no rellenar innecesariamente. Cada capítulo no tiene más extensión que unas cuantas páginas. La manera de narrar es directa y sin florituras literarias superfluas. La crueldad existe. El realismo existe. Los diálogos existen. La violencia… Todo está ahí, a base de frases lapidarias y situaciones que, a priori, pueden resultar demasiado chocantes, pero que en el contexto están implementadas tan “a tiempo”, nada resalta demasiado e, igualmente, te dejan como si te arrollara un tren.

Veamos cómo enfoco esta reseña sin repetirme.

La historia completa de Claus y Lucas la forman tres novelas:
  • El gran cuaderno
  • La prueba
  • La tercera mentira
Y luego, tenemos los tres libros recopilados en una edición estupenda titulada simplemente Claus y Lucas, por la editorial El aleph, que aún podréis encontrar en las librerías.

El primero de ellos es el que nos ocupa. En El gran cuaderno, nos encontramos el diario que día a día van escribiendo Claus y Lucas, una pareja de gemelos a los que su madre quiere librar de los horrores de la guerra a la que está sometida la ciudad, llevándolos a casa de su abuela, que vive en las afueras sola, y que estén a salvo. Al llegar conocemos a la abuela, una señora avara, déspota y desagradable como ella sola, la cual no quiere saber nada de ellos y que solo accede a quedarse con los niños por un pago y con la promesa de que le ayuden a trabajar. Poco a poco los niños se irán recrudeciendo, en parte debido al exterior y en parte porque, en fin, realmente solo se tienen el uno al otro y eso de la soledad unido a vivir con su alrededor en guerra pues no les hace mucho bien que digamos.

Esto sería a grandes rasgos el argumento.

Podría hablar de la enorme diferencia entre la primera parte y las dos restantes que componen la trilogía, pero sería meterme a contar demasiado ya. Así que intentaré no extenderme y solo diré que me provocó (y a día de hoy todavía me provoca) dudas.

Dudas porque no sé si pensar si el tiempo transcurrido entre una parte y otra tuvo que ver en las decisiones y las transformaciones radicales que va sufriendo la historia de los dos gemelos desde el principio al final, o si por el contrario ya desde el principio tenía pensado cada giro y pasaje de los que vamos viviendo con los personajes.

Sobre todo dudo porque el primero como historia autoconclusiva y el formato me parece muy bien hilado y cerrado, pero al empezar el segundo enseguida ves un cambio de tono y dudas y un par de cosas que parece que vayan a quedarse sin resolver. Y luego ya la tercera parte es aún más confusa y ya como no releas un par de veces es fácil caer en la confusión o el confundir unos personajes con otros.

Cabe añadir que esta última parte, pese a desenvolverse de forma bastante notable hay veces que te dan ganas de hacerte un esquema con fotos o algo así para aclararte con los detalles más nimios y me acabó corroyendo el no entender si esa fue la intención o si es que simplemente cometió errores. Pero bueno, a nivel personal me dejó una sensación muy confusamente satisfactoria (toma ya) al terminar.

En resumen, El gran cuaderno me parece una novela increíble. Con giros de guión y situaciones incómodas a montones. Con un estilo escueto y parco en detalles, pero que no necesita adorno alguno. Con unos protagonistas que van cambiando de principio a fin y un final al que llegas con tantos palos en la espalda a cuestas que acaba resultando tan devastador como la misma guerra en la que se ambienta toda la historia. Imprescindible, siempre y cuando como lector aguantemos los momentos más duros de la misma.

A destacar: Leer la trilogía entera y no quedarte solo con la primera parte. Es una historia dura, sin concesiones ni esperanzas ni respiro alguno. Un acumular de desazón y de desamparo. Una crueldad realista y llena de situaciones de las que no quieres dejar de leer pese a que a veces te den ganas de apartar la mirada.

Historia de una maestra, de Josefina Aldecoa

Reseña escrita por Patricia López Garrido.

Tan pronto, y ya he encontrado uno de los que, sin duda, serán mis libros favoritos de 2016. Lo supe enseguida por dos cosas. Primero, porque he leído mucho acerca de la Guerra Civil y también de la Posguerra, pero muy poco de los años previos, los que corresponden a la Segunda República Española. Segundo, porque aunque soy periodista, mi vocación frustrada es la de maestra y muchos de los valores relacionados con la educación de los que se hablan en las páginas de Historia de una maestra, de Josefina Aldecoa, son los míos propios.

Gabriela es una muchacha de un pueblo de Castilla que ha estudiado para maestra en la Escuela Normal. Con la ilusión propia de los jóvenes, la fuerza, las ganas y una fe enorme en la educación, inicia su vida laboral en diversos pueblos rurales de España en los que encuentra pobreza, marginación y pocos recursos, pero niños y adultos en su mayor parte dispuestos a aceptarla y a aprender.

Uno de los episodios más bonitos del libro sucede una vez Gabriela ha aprobado las oposiciones y puede elegir libremente una plaza para ejercer su profesión. “Los niños eran todos negros. La mía era la escuela nacional y gratuita y sólo los negros la frecuentaban. Todos dijeron que estaba loca cuando la elegí. Yo tenía 24 años y afán de aventuras”. Efectivamente, en esta época, Guinea Ecuatorial era una colonia española y es a este lugar a donde Gabriela decide marcharse y donde vive esa experiencia que recuerda luego a lo largo de toda su vida (me he acordado un poco de Palmeras en la nieve, de Luz Gabás :)

Pero esta época termina y Gabriela regresa a España. Corren los primeros años de la década de los 30 y, como se espera de ella, se casa con un maestro. Juntos emprenderán una nueva etapa en la que serán los encargados de llevar los colegios de dos pueblos muy próximos. “Ya saben hablar, me decía. Han aprendido a expresar lo que piensan”.

Para entonces, los movimientos republicanos, muy apoyados en la educación, comienzan a revolotear hasta que se proclama la Segunda República el 14 de abril de 1931, justo cuando nace la hija de Gabriela y Ezequiel, Juana. “Lo primero la educación, don Ezequiel, la educación y la cultura para ser capaces de sacar el país adelante”.

A partir de aquí, y asentados en un nuevo pueblo, minero, el matrimonio se erige como parte importante de los cabecillas que defienden los valores de la República. “Digo yo, señora maestra, que si todos supiéramos más de libros y menos de tabernas, nos engañarían menos y seríamos más felices”. Pero Gabriela, absorbida en gran parte por la maternidad y su trabajo en la escuela, va descolgándose de los vaivenes de su marido.

Historia de una maestra es un libro de esos que dejan huella profunda. Por lo menos a mí, que tengo tanta fe en la educación como elemento para resolver los problemas sociales que más nos acechan. Pero, además, es capaz de contagiarte el entusiasmo de todos aquellos que lucharon por conquistar un sueño, pero no un sueño particular, sino uno colectivo, y tampoco un sueño material, como los que solemos tener hoy en día, sino uno en el que el conocimiento es la llave del progreso.

Desde luego, me quedo con todas esas frases que he ido intercalando en la reseña porque son un síntoma de la importancia que tiene la educación para un país, a pesar de que aún no hemos resuelto el problema, incluso habiendo pasado nada menos que más de 80 años de aquellos tiempos.